viernes, 8 de octubre de 2010

Rubertina de la Rosa Ricardez


Rubertina de la Rosa Ricardez

Tú, solo tú,
nadie más,

eres suficiente,
eres perfecta.

te acoplas a mí,
me haces sentir,

me llenas,
me incitas...

Me incitas con tu pelo color marrón,
de pétalos comestibles,
es un chocolate amargo,
uno que despierta tentación.
La misma tentación que sufren las gordas a dieta,
igual a la que sufren los malditos drogadictos,
una tentación, una tentación casi tan sobrada a la que tuvo Eva.

Tu vestido de vino Châtea Lafitte,
también amargo,
Pegado al cuerpo, exacto a tu ser,
pegado a la pasión que nunca duerme en ti.
se mueve acorde a tus caderas tornadizas, suculentas;
pero tu, sólo tu, haces sentir la misma necesidad que sufre un mugriento indigente,
en mitad del desierto, en una tarde seca, soleada, el descalzo, sediento.

Al acercarte, por doquier se siente un perfume,
con un olor único, a pecado.
pecado que llevas a cometer con sólo pensar,
pensar en lo que sería unas horas a tu lado.
El sólo pensar en esas horas, me condena,
pero como lo deleito, aunque sea sólo un pensamiento.
La noche se tornaría a roja, porque las estrellas se turbarían,
al ver tanta pasión, al ver tanta maldad,
al ver el delirio, que por esa noche,
se transformaría en nosotros.

Tus zapatillas rojas, llamativas,
tan altas como tu ego,
es indeleble la imagen del erotismo
que vas marcando en las mentes con cada paso.
¿Cómo voltear mi mirada? ¿ Cómo ver otra cosa?
Ni como compararte con alguien más, sería absurdo.


Si vives cada minuto en mi pensamiento,
si cada segundo, pasa tan lento cuando estás aquí,
cuando con la mirada te rompo, te armo, y te vuelvo a romper,
una y otra vez, ni que decir del pensamiento.

No es obsesión, no es necesidad,
es un placer, un placer escribir de ti,
pero pensar en ti, pensar en ti querida Rubertina,
eso, eso ni siquiera tiene moral.
No lo puedo describir, pero como lo puedo llegar a disfrutar.

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